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Lope de Vega - autor dramático; La tradición dramática; Arte nuevo de hacer

Spaniola


Lope de Vega - autor dramático; La tradición dramática; Arte nuevo de hacer

comedias y la creación de la comedia nacional; Tragicomedias y comedias; Los personajes del teatro lopesco; El donaire; Algunas obras dramáticas

El autor dramático. Donde realmente vemos al Lope renovador es precisamente en el



género dramático. Después de la experiencia de escribir durante muchos años para la escena,

Lope compone, a petición de la Academia de Madrid, el famoso tratado Arte nuevo de hacer

comedias en este tiempo (1609). Volveremos sobre ello. Por otra parte, de su extensísima obra,

más de 1.500, según palabras del propio autor, se conservan unas 300 de atribución segura.

Sólo con las obras anteriores Lope habría ocupado un lugar de primer

rango en la tradición literaria. El estudio de las mismas da fe de algunas cualidades esenciales de

su teatro:

1. Los tan obvios y emocionantes elementos líricos de su obra no son ni exteriores, ni un

adorno, digresión o condimento estilístico de la misma, sino, todo lo contrario, es la sorprendente

realidad poética misma que le infunde a su teatro la unidad escénica fundamental.

2. El valor de conjunto de sus personajes, muy complejos, es superior al que alcanzan cada

uno en parte. En sus piezas, cada personaje es un ser complejo, que no encaja en el molde de un

solo tipo. Por otra parte, cada personaje tiene su propio lugar en la obra, no puede ser

reemplazado, ni tampoco se puede afirmar que es más o menos importante que otro.

3. La acción de sus obras teatrales es muy dinámica y viva, y arraiga en el agudo realismo de

su observación. Es fácil de comprobar que en su obra lo bello se vincula a la realidad, mientras

que lo dinámico se abre hacia lo ilusorio. Y precisamente la fusión entre los dos mundos, vitalreal

y escénico-ilusorio crea un ambiente profundamente popular.

4. El tema que constituye el honor / la honra (fundamental en el teatro español) evoluciona y

adquiere bivalencia en su creación dramática. El honor popular, que es no aceptar humillarse ante

los poderosos, tiene un contenido más humano y más comprensible que la honra caballeresca;

coagula en el impulso a la rebeldía y la venganza contra el opresor, respaldado por el rey, y ésa es

la perspectiva de Peribáñez, El mejor Alcalde el Rey, Fuenteovejuna y El Alcalde de Zalamea. A

su vez, la honra, con todos sus matices, es abarcada en obras como Porfiar hasta morir, El

Caballero de Olmedo, La buena Guarda.

5. Su obra teatral rebosa de espontaneidad, facilidad y gracia, y sus construcciones parecen

improvisaciones rápidas y naturales.

La fama de Lope de Vega se cimenta, sobre todo, en el género dramático, donde lleva a

cabo importantes innovaciones. Cervantes, que traza una breve y clásica historia del teatro

español al prologar sus Comedias y entremeses, escribe refiriéndose a él:

"Entró luego el monstruo de Naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarquía

cómica. Avasalló y puso debajo de su jurisdicción a todos los farsantes; llenó el mundo de

comedias propias, felices y bien sazonadas, y tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene

escritos, y todas, que es una de las mayores cosas que puede decirse, las ha visto representar, u

oído decir, por lo menos, que se han representado; y si algunos, que hay muchos, han querido

entrar a la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito a la mitad de

lo que él solo".

Los testimonios de la fama de Lope son numerosísimos, hasta el punto de que se solía

decir "es de Lope" para ponderar un objeto de alto valor. Se cuenta que estudiante italiano que

vivió en Salamanca durante cuatro años anotó las comedias que vio durante su estancia. La

media era de unas cincuenta por año, y la inmensa mayoría de ellas estaban escritas por Lope de

Vega.

La tradición dramática. Cuando comienza a escribir sus obras, hacia 1580 (aunque

presume de haberlo hecho ya a los diez años), conviven varias tradiciones dramáticas: las églogas

y los autos; el teatro clásico; la comedia nueva italiana; el teatro de colegio y el teatro que se

representa en los corrales de comedias. Las tres últimas son las más importantes. Naturalmente,

Lope, que quiere ser famoso y, además, ganar dinero, prefiere seguir la tradición de los corrales

de comedias. Pronto, sin embargo, se topa con las críticas de los neoaristotélicos, es decir, de los

teóricos (y de algún práctico, como Cervantes) que leían la Poética de Aristóteles, a través del

Arte poético de Horacio.

Lope de Vega y la creación de la comedia nacional. Tras una práctica dramática muy

dilatada, hacia 1606, Lope plasma, como ya señalamos, su concepción del teatro en El arte nuevo

de hacer comedias de este tiempo, extenso tratado en verso en el que defiende que el teatro debe

ajustarse a los gustos del gran público y no a las normas que tenían que cumplir las obras hasta

aquél momento. Es aquí donde expone sus teorías dramáticas, que vienen a ser el contrapunto de

las teorías horacianas, expuestas en la Epístola a los Pisones.

Compuesto en endecasílabos sueltos, ese tratado no es tanto una preceptiva cuanto una

serie de reflexiones sobre el estado de las comedias o de cómo le gustaría al propio autor que se

compusieran. Y es, sobre todo, una defensa de la "nueva comedia" española frente a las críticas

de los neoaristotélicos, tanto españoles como extranjeros. He aquí cuáles son para Lope las

principales características del teatro:

1. Número de actos.Las obras se han de dividir en tres actos (entonces denominados jornadas)

en lugar de los cinco tradicionales, con el objetivo de mantener el interés del público. Los actos

deben ser de ocho hojas cada uno (unos tres mil versos), lo que equivale a una duración de tres

horas, incluyendo la representación de las piezas que acompañan la obra principal: la loa, el

entremés y el baile. La estructura de la composición la fija Lope en versos tan famosos como

ésos:

"En el acto primero ponga el caso,

en el segundo enlace los sucesos,

de suerte que hasta medio del tercero

apenas juzgue nadie lo que pasa".

2. Intriga. Esa no ha de ser única sino debe haber dos paralelas (una de personajes nobles y

otra de criados o personajes humildes);

3. Unidades. Lope rechaza la unidad de tiempo y de lugar (las obras no se atienen al

precepto de un espacio único y de un solo día, sino transcurren en diversos lugares y pueden

abarcar años). Señala, no obstante, que ha de mantenerse la unidad de acción, aunque él mismo

no siempre sigue ese precepto y a veces recoge acciones distintas en una misma obra. Puede no

respetarse la unidad de tiempo, explica, si bien se recomienda que la acción abarque el menor

tiempo posible. Puede, igualmente, no ser respetada la unidad de lugar, aunque también con

ciertos procedimientos que disimulen o atenúen su ruptura. En efecto, de las tres unidades

(acción, tiempo y lugar), Lope sólo aconseja respetar la unidad de acción, a fin de mantener la

verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo en las obras históricas, donde se comprende el

absurdo de su observación;

4. Temario. Se ha de mezclar temas trágicos y cómicos en las obras, como sucede en la

realidad. Aconseja, por tanto, la mezcla de lo trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de

La Celestina); de ahí resulta la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro y, en

general, en todas las obras del Siglo de Oro. Por otra parte, no importa que aparezcan reyes en la

comedia y, por tanto, se pueden mezclar no sólo temas, sino también personajes trágicos y

cómicos;

5. Fuentes de inspiración. Se ha de mezclar también elementos cultos (temas históricos,

mitológicos, etc.) y populares (leyendas, canciones, romances, etc.);

6. Gusto. Se admite, o concede, que los clásicos siguen mejor las reglas de composición

dramática, pero cada época es distinta y los gustos del público varían, tanto más, si tenemos

presente el abigarrado público que asiste a los corrales;

7. Métrica. Existe variedad de versos y de estrofas en una misma obra. Lope regulariza el uso

de las estrofas de acuerdo con las situaciones y acude al acervo tradicional español, para extraer

de él sus argumentos (crónicas, romances, cancioncillas, etc.).

8. Lenguaje. A través de ése se define el carácter del personaje y su estado anímico. Los

personajes se comportan, y sobre todo hablan, de acuerdo con su condición. El llamado decoro

poético no permite que el rey, p.e., actúe y se exprese como un criado.

9. Finalidad. La finalidad de la comedia es provocar deleite en el público.

Tragicomedias y comedias. La tragedia en estado puro, con las exigencias de los

aristotélicos, sólo había existido en el teatro de colegio y en latín. Algunos coetáneos de Lope

intentan mantener en lo posible esa poética, pero la tragedia desaparece prácticamente. Su lugar

lo ocupa la tragicomedia, término acuñado por Plauto en el Anfitrión, donde Júpiter puede

aparecer en escenas cómicas con final feliz, y que utiliza también Fernando de Rojas en la

segunda redacción de La Celestina, que se cierra con la muerte de los protagonistas.

En el teatro de Lope puede haber tragedias en cuanto al desarrollo de la acción (de la

felicidad a la desdicha), pero sus obras no cumplen las demás reglas que se consideraban

insoslayables. Cuando Lope escribe El castigo sin venganza y le pone el marbete de tragedia, lo

hace atendiendo al desarrollo de la acción, pero la obra no se corresponde con lo que se llama

tragedia en la preceptiva clásica. Es una tragicomedia con desenlace trágico, como ocurre

también con El caballero de Olmedo, Fuenteovejuna y Peribáñez. Ésas últimas, además, no

acaban con la muerte del héroe, sino con la de los antagonistas que han hecho todos los

merecimientos para alcanzar ese final desastroso.

Las comedias de Lope tampoco se ajustan a las normas clásicas. Sus protagonistas son

habitualmente reyes, altos nobles o caballeros. Ellas son tragicomedias en cuanto a los personajes,

y comedias en cuanto al desenlace, que acaban por lo general en tres bodas: de los protagonistas,

de los antagonistas y de los criados.

Temas del teatro lopesco. Todos los personajes lopescos en su conjunto dan vida a

variedad de temas, extraídos de las más diversas fuentes: tradición épica medieval, historia

universal y española (antigua y moderna), temas renacentistas, asuntos bíblicos y religiosos,

temas del vivir cotidiano, etc. La Biblia, la mitología, la historia nacional o extranjera, las

leyendas, las novelas, los romances, las canciones tradicionales (por las que Lope siente particular

predilección) son las fuentes habituales de sus asuntos dramáticos. La temática es tan variada que

resulta de difícil clasificación. En general, sus obras giran en torno a dos ejes temáticos, el amor y

el honor / la honra, y su público es de lo más variado, desde el pueblo iletrado hasta el más culto

y refinado.

Según el tema, su dramática se divide en obras:

1. De acción amorosa: Amar si saber a quien, Los milagros del desprecio, La dama boba, Los

melindres de Belisa, El castigo del discreto, El caballero del milagro, La desdichada Estefanía, La

discreta enamorada, El acero de Madrid, La doncella Teodor, El perro del hortelano, La hermosa

fea, La moza de cántaro, El Castigo sin venganza, El villano en su rincón.

Es en esta categoría que se enmarcan, por mestizaje, también las comedias de costumbres. En

ellas, la temática es novelesca o ficticia; se basan en el enredo, plantean conflictos más cotidianos

y sentimentales. Las más abundantes son las de ambiente urbano o de capa y espada, como las ya

mencionadas El acero de Madrid, La dama boba y El perro del hortelano.

2. De tema caballeresco: La mocedad de Roldán, El marqués de Mantua.

3. De tema bíblico y vidas de santos: La buena Guarda, La creación del mundo, El robo de

Dina.

4. De historia clásica: Contra valor no hay desdicha, El Gran Duque de Moscovia.

5. De sucesos históricos españoles:

- de hasta el s. XII: Las mocedades de Bernardo el Carpio, El casamiento en la muerte, El

conde Ferrán González, El bastardo Mudarra.

- de los s. XII - XVI: El Caballero de Olmedo, Fuente Ovejuna, El duque de Viseo.

- de los siglos XVI y XVII: La serrana de Vera (que precede el admirable drama de Vélez

de Guevara), El alcalde de Zalamea (Fuente del homónimo drama de Calderón), El Marqués de

las Navas.

El honor y la honra en el teatro lopesco. Entre todas las obras de Lope destacan

precisamente, al lado de las comedias de costumbres, los dramas de honor / honra. Los dos

conceptos no se refieren a dones personales de uno, sino arraigan en la fama o la reputación de

una persona entre los demás, o en lo que de ella afirman otros. Lope lo define claramente,

señalando que la honra reside en el otro y que por ello no se defiende con hechos, sino con la

actitud frente a los que pueden difamarle a uno o revelar hechos personales o familiales

deshonorantes.

La vergüenza puede ser oculta, callada o lavada con la muerte, pues un hecho

desconocido o ignorado no deshonra, y la infamia se esfuma a la vez con la muerte del difamador,

nos lo advierte Lope. Por otra parte, la honra no es sólo privilegio de la nobleza, sino también de

la gente común. Y los nobles deshonran a veces a los campesinos y villanos quienes defienden su

honra con amor y valor.

En los dramas de honor, el principal tema es el honor, entendido como la dignidad del

individuo, por cuya defensa puede llegar a morir. Junto a ése, el tema más frecuente es el de la

honra, que significa la consideración, el respeto que la sociedad le debe al individuo. Son

ejemplos de este tipo de dramas: Fuenteovejunta, Peribáñez y el comendador de Ocaña, El

caballero de Olmedo y El mejor alcalde, el rey. En ésos se ensalza el papel del rey como garantía

de la restauración del orden social: así pues, sirven como vehículo de propaganda del modelo de

Estado del s. XVII, la monarquía absoluta.

Los personajes del teatro lopesco. En las obras de Lope, siempre aparece una serie de

personajes fácilmente reconocibles por el público, debido a que responden siempre a los mismos

esquemas:

El rey otorga el castigo o el perdón y restaura el orden social, eso es, administra la

justicia final, restituye el honor, etc.;

El caballero recupera el honor familial en caso de pérdida;

El galán y la dama son las figuras clave y sus rasgos son siempre positivos: valor,

audacia, noble linaje, idealismo, en el caballero, que reúne todas las virtudes y suele ser joven;

belleza, linaje aristocrático, pasión amorosa, en la damas;

El antagonista es inferior al galán;

El gracioso o donaire, criado de uno de los personajes anteriores, normalmente confidente

y gracioso, utiliza un lenguaje llano y a veces vulgar, y suele ser práctico, materialista y cobarde.

Una de las aportaciones principales de Lope es precisamente la creación de la figura del

donaire o gracioso. Frente al ignorante u estúpido pastor bobo del teatro anterior (que hacía reir

en los pasos de Rueda), el gracioso (villano, servidor o escudero) es ingenioso y, con frecuencia,

inventor de la traza para que el galán consiga el amor de la dama. Es el amigo y confidente de

aquél y, en la mayoría de los casos, su contrapunto en cuanto al carácter. Si el galán vive en un

mundo artificial, idealista, el gracioso, que se burla de todo con rebosante espíritu del humor, se

mueve en la realidad cotidiana y se preocupa más de los placeres corporales que de los

espirituales.

El padre de la dama (la madre apenas aparece) es un hombre ejemplar.

En fin, el villano es, por lo general, un labrador acomodado, que asume las funciones

propias del noble y del caballero. Es, en la mayoría de los casos, un cristiano viejo, que tiene

conciencia de su honor y lo defiende.

Las principales obras dramáticas de Lope. Dentro de la ingente producción dramática de

Lope, hay obras que ocupan un lugar privilegiado en la literatura española. Entre las obras que, a

pesar de algunas escenas cómicas que rompen la tensión, están cercanas en espíritu a la tragedia

clásica descuellan El caballero de Olmedo y El castigo sin venganza. Entre las tragicomedias, hay

un grupo que presenta a labradores acomodados que, a veces, se enfrentan a un comendador en

defensa de su honra. Las más conocidas son Peribáñez y el comendador de Ocaña y

Fuenteovejuna. De entre todas las comedias, sobresalen Los locos de Valencia, La dama boba,

Las bizarrías de Belisa y El perro del hortelano.

Peribáñez y el comendador de Ocaña es un drama social y de pasión (drama humano,

perfectamente posible en cualquier tiempo), lo mismo que un maravilloso cuadro de género, en el

que se dramatiza el punto de honra. Un joven Comendador se enamora de Casilda, recién casada

con Peribáñez, campesino acomodado, la cual afirma tajantemente su fidelidad al marido. Por su

parte, ése también la quiere:

"El olivar más cargado

de aceitunas me parece

menos hermoso, y el prado

que por el mayo florece,

sólo del alba pisado.

.......... ..... ...... ..

Ni el vino blanco imagino

de cuarenta años tan fino

como tu boca olorosa".

La obra se cierra con la muerte del Comendador (que había tratado de violar a Casilda) a

manos de Peribáñez, que sería perdonado por el rey Enrique III. Probablemente, esa obra esté

basada en un hecho histórico desconocido, que circulaba en canciones, como parece suponer el

romance que se incluye en un momento clave de la obra:

"La mujer de Peribáñez

hermosa es a maravilla;

el comendador de Ocaña

de amores la requería.

La mujer es virtuosa

cuanto hermosa y cuanto linda;

mientras Pedro está en Toledo

de esta suerte repetía:

Más quiero yo a Peribáñez

con su capa la cardilla,

que no a vos, Comendador,

con la vuesa guarnecida»".

Otra obra notable es Fuenteovejuna, drama épico de la venganza colectiva, uno de los

grandes aciertos de Lope y del teatro de todos los tiempos; ella se basa en un suceso

incuestionablemente histórico que dio lugar a la proverbial expresión "Fuenteovejuna, todos a

una".

El argumento es harto conocido. En 1476, ante los abusos del Comendador mayor de la

Orden de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, todo el pueblo de Fuenteovejuna se levanta

contra él y asalta en masa su casa, dándole una muerte atroz. En el interrogatorio y tormento que

se realiza posteriormente, todos contestan que el autor de la muerte es Fuenteovejuna, aceptando

en común la responsabilidad de la venganza:

"¿Quién mató al comendador?

Fuenteovejuna, señor".

Ante la determinación del pueblo, el Rey Fernando y la Reina Isabel deciden no concluir

la causa.

El caballero de Olmedo, que relata la pasión amorosa de doña Inés, vecina del pueblo de

Medina, en Valladolid, y de don Alonso, caballero de Olmedo, acaba trágicamente con el

asesinato de don Alonso llevado a cabo por su rival amoroso. El suceso es histórico y dio lugar a

la siguiente canción, que es la fuente de la obra:

"Que de noche le mataron

al caballero,

la gala de Medina,

la flor de Olmedo.

Sombras le avisaron

que no saliese,

y le aconsejaron

que no se fuese

el caballero,

la gala de Medina,

la flor de Olmedo".

Quizás uno de los rasgos más patentes del teatro de Lope de Vega sea su amor a la vida,

su optimismo, su alegría, su confianza en el ser humano. Es, sin duda alguna, en las comedias de

capa y espada o de costumbres, donde ese mensaje se lee con más claridad: lances, desafíos,

emboscadas en la noche, tapadas que van de aquí para allá encubiertas por un manto protector,

buscando algo de la libertad que leyes retrógradas y costumbres hechas leyes les negaban

sistemáticamente en la vida privada y social. Y, triunfante, como fuerza invencible y

todopoderosa, está el amor, que vence el misticismo religioso, la negación teologal de la vida, el

propio Tribunal de la Inquisición.

Con su obra, Fray Lope de Vega Carpio, sacerdote y doctor en teología, niega

rotundamente con sus obras todo lo que predicaba y ensalzaba la Iglesia, e imprime a sus

comedias de capa y espada esa frescura perenne que, resistiendo a la acción demoledora del

tiempo, hace que sus obras sean admiradas con tanto interés y emoción como cuando salieron de

su pluma.

En El perro del hortelano (que, según el viejo refrán, "ni come ni deja comer"), la

autoritaria y caprichosa condesa Diana de Belflor, que aparece sin el adorno de las perfecciones y

prendas a que Lope nos tiene acostumbrados, sino que es muy real, se enamora de su secretario,

el vacilante Teodoro, pero ni permite que ése se case con Marcela, a la que ama, ni se decide a

casarse con é, porque Teodoro es de inferior condición: de origen humilde, no tiene más bienes

que los de su inteligencia y honestidad.

El conflicto entre el amor y la vanidad, complicado con los celos hacia Marcela, se

resuelve satisfactoriamente con el triunfo del amor; cierto que a ello contribuye el hecho de que el

secretario resulta ser de condición noble. Lo que comienza como un devaneo más o menos

pasajero se convierte en algo tan firme que las conveniencias y los prejuicios sociales quedan

vencidos.

En la comedia, que transcurre en Nápoles, abundan escenas de gran mérito y belleza. Uno

de los personajes de más relieve es Tristán, criado de Teodoro, el cual, con su perspicacia e

ingenio, halla la solución: su cariño a Teodoro le lleva a engañar ingeniosamente al marqués y al

conde que quieren matar a su amo. La escena en que Tristán se compromete ante ellos a matarle a

Teodoro está llena de encanto y frescura, pues el gracioso se ríe con salero de la credulidad y

ceguera de los dos aristócratas. Teodoro, el gracioso, es el que halla la feliz solución del conflicto,

sin hacer daño a nadie: en él cuaja el ingenio del pueblo, su agudeza para resolver las situaciones

de manera natural, y está trazado con rasgos enérgicos y de una manera tan precisa que no se le

olvida fácilmente.

En esa obra, los celos de la condesa de Belflor, causa y base de toda la acción, dan vida a

toda la comedia hasta su desenlace feliz. Junto a ellos, surgen con fuerza los prejuicios

aristocráticos, que la transforman a Diana en "el perro del hortelano". Diana es una mujer a la que

Lope, contra su costumbre, muestra con menos rasgos positivos: es orgullosa, por su origen

noble; miente, finge, está dispuesta incluso a matarle a Tristán, criado de Teodoro. Pero se gana

nuestra simpatía precisamente con su lucha por la felicidad y con su rebeldía ante los prejuicios

de casta.

La moza de cántaro es una comedia tanto de costumbres como de capa y espada, pero

muy distinta, por su corte, estilo y argumento, de El perro del hortelano. Una dama de gran

belleza y arrebatos varoniles, doña María de Guzmán, da muerte al caballero andaluz Don Diego,

que había abofetado a su padre. Para escapar de la justicia, huye a Madrid, donde sirve como

moza de cántaro, hasta que sus parientes le obtienen el perdón. Casa entonces con un conde, que,

sin conocer su condición social, la había preferido a una dama de noble alcurnia.

En torno a María se mueven varios personajes, surgen lances, equívocos y situaciones

muy entretenidas. La acción no transcurre en palacios, como la anterior, sino fundamentalmente

en un ambiente popular, lo que da lugar a escenas costumbristas en las que se habla de

vestimenta, adornos, dulces, se entonan canciones y se bailan danzas, y ello que crea un colorido

sorprendente por su frescura.

Pero La moza de cántaro se diferencia notablemente del Perro del hortelano por motivos

de más fundamento. En ella, la cuestión central es el honor, en cuya defensa se lanza no un

hombre, como era la costumbre, sino una mujer. El carácter de doña María de Guzmán difiere de

manera profunda del de Diana: es rectilínea, no permite que se cometa ante ella ninguna

indignidad, reconoce las diferencias de clase, comprende, y con su ejemplo lo afirma, que una

mujer, aunque hermosa y rica, puede encontrar solución en la vida, a base no de un casamiento

ventajoso entre iguales, sino en el trabajo propio, aun el que en su época se consideraba más bajo,

el de criada. Es, por su época, un personaje sorprendente.


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