"Mi vida, mi vid, me vi"
Son las cuatro de la mañana y Marcos sigue escribiendo aunque el sueño lo mate. Se
puede decir que es un chico ciego, lo suficientemente raro como para quedarse ciego
por los destellos de una ninfa, sinónimo para él de libertad. Es una ceguera atípica, en la
que los pitidos son cada vez más, y más fuertes, ensordecedores cuando untan unos
labios ajenos con el dulce sonido de su flauta de la que salen vocales y onomatopeyas
consonánticas que 23123i821x se suceden de manera tan ilógica que algunos han llegado a
llamarla "amor", aunque bien es sabido que cuatro simples letras no pueden definir este
trastorno que todos sufrimos. Él tiene sed, ahora añora la droga que, a través de sus
labios le ha llegado hasta la médula y el hipocampo para transformarse en dulce miel e
hiel que por sus orejas penetra cuando oye hablar a la cuerda que le hace vibrar cuando
su cuerdas han enmudecido. Se llama Ariadna, y corriendo bajo la lluvia de lágrimas y
sollozos, sentada sobre la cama vuela, cambiando paulatinamente el pasado, recordando
sólo lo que a ella la interesa. Aún siendo atea reza a un "no sé quien" para amar tal y
como es amada y siempre se topa con las metopas que van cayendo de su templo tras
cada tormenta y cada trueno que asola su desdichada tierra natal. Todo se derrumba ante
la presencia de la bestia y el ángel , se metamorfosea el aire, el tiempo se para mientras
la ceguera vuelve en los ojos de Marcos permitiéndole ver exclusivamente los ruidos
que, cada vez son insoportables, el tímpano le duele tanto que suela el lápiz con el que
intenta escribir algo.
Empieza con "mi vida" pero no sigue ya que su propia vida ahora pende de una soga
fabricada con papel, y carbón que estrangula, ligeramente su yugular. Sus sentidos
pierden el rumbo y emigran hacia su boca que, ampliamente abierta se colapsa por la
sobredosis de percepciones que se agolpan por salir, abre los ojos para oler su dulce
perfume de lirio, sus fosas nasales expulsan aire para sentir el tacto de la mirada de
Ariadna. Sus ojos verdes perforan lo que quedaba de oscuro en su mente, y entre las
Sienes, los bienes más preciados de Marcos se los llevo ella. Antes lloraba pero ríe
ahora mientras coge la cuchilla de su padre. Para ellos el destino es demasiado trágico
como para afrontar su amor exasperante e imperante en cada una de sus células.
Mientras el filo penetra la epidermis, su amor duele tanto que hace huir la sangre de sus
venas , la primera gota empieza su suave vuelo mientras el llanto cambia de frecuencia
para transformarse en melisma. Esto ocurre cuando los oídos de Marcos escuchan el
susurro del pelo de Ariadna acariciando su ya, verde cuello mientras suelan un pesado
"Te quiero". Tan pesado que, la cuchilla se atasca y cae el suelo resonando de forma tan
metálica y horrible que la madre de la joven viene en su rescate mientas el mismo peso
de unos vocablos tan sencillos hacen que la complicada soga de papel se rompa y
Marcos toque el suelo tirando la silla que le había servido para clavar su endeble cabeza
en el lazo.
Los dos efebos desengañados por sus actos que les han llevado al fracaso psicológico,
da la casualidad que ahora están en la misma planta del hospital. Tan cerca, y tan lejos a
la vez, tan sencillo y tan difícil es el amor que les rodea y envuelve del que no pueden
deshacerse, aunque, en verdad ninguno no lo quiere. Solo el incomprendido tiempo les
puedo ayudar ahora, bien separándolos, bien reconstruyéndolos desde las cenizas
ensangrentadas y ahorcadas por el amor. El mismo que ha hecho que, un día de caluroso
estío, Marcos, después de haber meditado lo menos posible, ya que si se hubiese parado
a hacerlo no lo habría hecho, abriera la dichosa de la habitación de Ariadna, pero
sorpresa, ella no está. Parece que le habían dado el alta hace ya unos cuantos días
mientras el pobre chico estaba hundido en sus recuerdos, aunque parece que el mal
viene sucedido, esta vez del bien, traducido en una nota en la que el fantasma de "mi
vida" cobra vida junto al nuevo número de teléfono de Ariadna.
Parece ser que ahora, después de todo, la vida sigue su curso y ésta es junto a ella, junto
con la persona que le hizo querer quitarse la vida, claro después de unas palabras
que pervierten tanto al ser humano que, cundo empiezas a catalogar a alguien no paras
hasta que tu amor se convierta en un contrincante, para la carrera de la mayor
imbecilidad que se puede afirmar al otro, eso es una pelea. Ellos tuvieron una, de gran
envergadura, tan grande que cada letra que escupían por sus infectas bocas era tan
dura como piedras lanzadas contra un huevo gigante. No importa, la cáscara se rompió
pero lo que no pudo romper fue lo que los unía, una vid, "mi vid" decía él y en la que
"me vi" abrazándote con todas las fuerzas.
De pronto, el típico pitido del despertador hace que la película se acabe, pero comience
otra, ésta se dice que es llamada realidad, una con una historia linear, tanto que a veces
se dobla, sobre todo cuando piensa, y esto lo hace siempre, en ella. Pensar que la va
ver, acariciar y besar le da energías renovadas para levantarse, y realizar la rutina de
cualquier mañana. Se lava la cara y mientras se arregla el pelo lo que ve en el espejo es
su rostro cubierto por fuego en hebras mientras el jardín verde lo observa. Es tan sólo
una micro foto que su cerebro plasma en sus ojos, está claramente enamorado, pero de
pronto su madre lo llama para desayunar. Después, mientras recogía los platos, en los
que antes hubo huevos fritos, observa una nota nueva pegada a la nevera, se acera y lee
"mi vida" y el número, ya bien sabido de Ariadna. Se aleja, un poco sorprendido aunque
sin prestar mayor importancia a la notita de la nevera. En la escuela, lo más normal, el
mismo aburrimiento, los mismos profesores, hasta ha llegado a ser rutina irse de la
última clase para ir a ver a su vida.
Como de costumbre, antes de verla la llama al móvil, aunque hoy lo contesta su madre
diciéndole que está con ella en el hospital porque Ariadna ha intentado cortarse las
venas. Marcos cuelga, y de pronto su mente se oscurece mientras sus piernas corren más
rápido de lo que jamás lo han hecho, aunque el hospital queda lejos, él recorre la
distancia sin cansarse. Llega y mientras sube por el ascensor, no puede explicarse el
motivo por el cual el más dulce de los sonidos decidió, o intentó poner fin a su la vida.
Al abrirse las puertas el horizonte de pronto empieza a cerrase, a caer sobre el pavor
Producido por el sueño que tuvo. La misma planta, el mismo hospital y, que
Coincidencia, la misma habitación. Abre la puerta y lo único que ve son cristales y una
Nota, que no importa cuando ve a su novia tendida sobre el césped verde como sus ojos
ya quietos rodeados por un charco de sangre. Tiembla ,grita, y, aunque los médicos
intentan sujetarle, se deshace de ellos y salta al vacío, buscando, parece con las manos la
unión con Ariadna.
Después de esto, ya nada volvió a ser lo mismo. Aunque el tiempo es repetitivo y cruel
los jóvenes son enterrados con dos notas pegadas a los ataúdes de las que sólo conseguí
leer "Mi vida, me vi ahorcado en mi vid"
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